Itan de Oyá

Itan de Oyá
Una de las insignias más representativas de Yansá son los cuernos de búfalo, es común ver a Oyá danzando con ellos. Oya ni o to iwo efon gbe (Oyá es la única que puede tomar a un búfalo por los cuernos).  Ellos también son usados para invocar a la diosa de los vientos conforme ilustra la historia a continuación.
Ogún fue un día a cazar a la floresta. El estaba expectante, entonces vio un búfalo viniendo en su dirección.
Ogún calculo la distancia que los separaba y se preparo para matar al animal con su espada.
Pero vio que el búfalo se detuvo, y de repente, lo vio bajar la cabeza y desvestirse de su piel. Cuando la piel cayó vio salir una bella mujer.
Era Yansá, vestida con elegancia, cubierta de bellas telas, con un gèlé lujoso amarrado a su cabeza adornada con collares y brazaletes.
Oyá envolvió la piel y los cuernos de búfalo y los escondió en un hormiguero. Partió enseguida con pasos suaves en dirección hacia el mercado de la ciudad sin darse cuenta de que Ogún había visto todo.
Así fue que Oyá partió, Ogún se apodero de sus ropas, fue para su casa, las guardo en el depósito de provisiones donde guardaba los granos y salió también para el mercado.
Allí el encontró a la bella mujer y la cortejo, Yansá era bella, muy bella, era la más bella del lugar, su belleza era tal que cualquier hombre que la viese la desearía.
Ogún fue conquistado por la belleza de Oyá y le pidió casamiento. 
Oyá solo le sonrió y rechazó su pedido sin dejarle alternativa.
Ogún insistió y le dijo que la esperaría el tiempo que ella necesitara. El no dudaba de que ella aceptara la propuesta.
Oyá volvió a la floresta y no encontró su piel ni sus cuernos de búfalo.
- Ah que contrariedad! Que habrá pasado? Que puedo hacer?
Oyá volvió al mercado ya vacio, y vio que Ogún la esperaba. Ella le pregunto qué fue lo que hizo con aquello que ella dejara en el hormiguero en la floresta.
Ogún fingió ser inocente y declaró que nada tenía que ver con el hormiguero ni con lo que habría en el.
Oyá no se dejo engañar tan fácilmente por ese hombre y le dijo:
- Yo se que escondiste mi piel de búfalo. También se que te negaras a revelarme donde lo has escondido. Por eso voy a casarme contigo y viviré en tu casa, pero existen ciertas reglas de conducta que vas a respetar conmigo. 
Estas reglas deben ser estrictamente respetadas, también por las demás personas que viven en tu casa.
Nadie podrá decirme “eres un animal”
No podrán usar cascaras de dendé para hacer fuego.
Nadie podrá hacer rodar un mortero por el suelo de la casa.
Ogún dijo haber comprendido todo correctamente y la llevo para su casa. 
Llegados a la casa Ogún reunió a todos los moradores y les explico la nuevas reglas del hogar y como deberían comportarse. Quedaba claro para todos que nadie podía discutir con Oyá ni ofenderla. Así fue que se organizo la vida en ese lugar.
Ogún salía a cazar o cultivar el campo. Oyá cada vez que su esposo salía, buscaba en vano su piel y sus cuernos.
Ella dio a luz un bebe, después un segundo y un tercer bebe… ella dio a luz en total nueve bebes. Pero las otras mujeres de Ogún vivían celosas y envidiaban  la belleza de Oyá. Cada vez más celosas y hostiles ellas decidieron develar el misterio del origen de Yansa.
Una de ellas conociendo la debilidad de su marido, embriagó a Ogún con vino de palma. Ogún embriagado y sin poder controlar sus palabras les conto toda la historia secreta. Conto que Oyá era en realidad un animal, que su piel y sus cuernos estaban escondidos en el depósito de granos. Ogún al notar lo que había divulgado les recomendó encarecidamente:
- Sobre todo no intenten ver la piel pues esto amedrentará a Oyá y desatará su ira.
Jamás le digan que es un animal.
Luego de esto, al día siguiente cuando Ogún salió al campo, las mujeres se burlaban e insultaron a Oyá.
- Eres un animal! Eres un animal!
Ellas cantaban mientras hacían sus quehaceres:
- Coma y beba, puede mostrarse pero su piel esta en el depósito de granos! 
Cuando las mujeres salieron de la casa entre risas para dirigirse al mercado, Yansa aprovechó la ocasión para ir en busca de sus pertenencias y corrió hacia el depósito. Abrió la puerta y bien en el fondo bajo grandes mazorcas de maíz, encontró su piel y sus cuernos.
Ella los vistió nuevamente y se sacudió con energía.
Cada parte de su cuerpo retomo exactamente su lugar dentro de esa piel.
Más tarde cuando las mujeres regresaron del mercado, Oyá salió bufando llena de ira. Fue una tremenda  masacre por la que todas pasaron.
Con sus enormes cuernos Oyá les rasgó la barriga, piso sus cuerpos, sus cabezas volaron por el aire.
Oyá a los únicos que dejó vivos fue a sus nueve hijos que la seguían llorando y diciendo:
- Madre! Madre! Eres tu?
- Madre que vas a hacer?
- Madre que será de nosotros?
El búfalo los consoló, rozando sus cuerpos cariñosamente y les dijo:
- Voy a volver a la floresta y allí no es un buen lugar para ustedes. Pero voy a dejarles un recuerdo.
 Se quitó los cuernos, se los entregó y continuó diciendo:
- Cuando cualquier peligro los amenace, cuando necesiten de mis consejos, froten estos cuernos uno con el otro. En cualquier lugar que ustedes estén, en cualquier lugar que yo esté los escucharé y acudiré en su ayuda.


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